Diez años después
Diez años después
Hace mucho tiempo este fue el primer espacio que usé para compartir lo que escribía, muchas cosas eran francamente malas, otras eran interesantes, me leían un par de amigos y uno que otro amor adolescente.
Ahora el mundo convulsionado se refugió con más intensidad en los medios digitales, internet expande sus influencias y el imperio digital se vuelve una realidad, vivimos quizás la antesala de un estado digital totalitario con una interminable fuente de drogas digitales recreativas y una policía del pensamiento y un gran hermano mucho más omnipresente que el imaginado por Orwell.
Hace algunos años escribía con total libertad sobre cosas que a nadie le importaban, solo a mi, poemas cursis y reflexiones mal planteadas, brevísimos ensayos que en realidad eran quejas disfrazadas, heridas de amores no correspondidos que se convertían en poemas entre lo kitsch y lo intenso, pero siempre libre.
Ahora es terrible plantarse frente a la pantalla y pensar si efectivamente uno es libre de publicar lo que piensa y lo que siente, sobre todo cuando las palabras avanzan entre un nuevo grupo de mentes tan frágiles como pompas de jabón y viejos compañeros de viajes que se hicieron expertos en el arte de odiar, uno se lo piensa, ¿qué tanto se es libre en un mundo que se arrebola en un mar de opiniones tan contradictorias pero igual de insidiosas?.
Hace diez años no sabía de izquierdas ni de derechas, no sabía de progres ni de libertarios, hace diez años el mundo se trataba de conocer una nueva banda de rock y un día grabar un disco con mis canciones, hace diez años tampoco sabía que hacer con mi vida pero me importaba mucho menos, el tiempo es cruel, las circunstancias son unas expertas en jugar malas pasadas, hace diez años las distopías solo existían en algunas películas de culto que me gustaba ver a solas y en algunas novelas que me hacían sentir miedo y curiosidad, pero la realidad siempre supera a la ficción.
En estos días donde estamos ante el proceso de una nueva configuración del poder político y económico por un lado y asolados por un microscópico enemigo por el otro, hay que hacer un espacio para preguntarnos ¿dónde está la libertad?, pues distraídos como vamos entre la autocensura y la sobre oferta de entretenimiento ignoramos las libertades que vamos perdiendo en una partida de ajedrez fríamente calculada por aquellos a quienes desconocemos o que ni siquiera imaginamos que existen.
Pronto llega el día en que uno tenga que elegir entre vivir tranquilo obedeciendo o ser libre con el riesgo y desaprobación constante de quienes no se atrevieron a serlo, irónicamente en la era de la interconexión es cuando pareciera que estuviéramos más limitados en el actuar.
Hoy no podemos congregarnos, abrazarnos, compartir el espacio público, caminar juntos o permanecer en un sitio concurrido sin que el nerviosismo y la ansiedad no hagan alguna mueca, ¿como defendernos si estamos dispersos?, ¿cómo hacernos fuertes si ciertas ideas, ciertas verdades son censuradas, sepultadas y negadas sistemáticamente, mientras otras son elevadas al rango de hechos históricos imposibles de negar a consecuencia de ser un criminal?
Cierto Heraldo de la contracultura punk de los primeros ochentas gritaba hace unas semanas que ser conservador es ahora la contracultura, que la izquierda miope y sensiblera se ha convertido en el establishment que debe ser retado y cuestionado, porque siempre es necesario retar al que tiene el poder, cuestionar a la autoridad, ahora cuando la mancha roja se apropia de la cultura y acomoda los hechos históricos de la humanidad según sus intereses, es necesario ir a contracorriente, salir de la norma, incomodar, reclamar, vigilar al vigilante, voltear a la nuevas minorías a los verdaderos grupos vulnerables.
En un mundo híper politizado una nueva generación de decepcionados deben buscar respuestas y soluciones, ¿qué hacer cuando todos te han fallado?, aferrarse a la verdad, a la verdad que no le pertenece a nadie, esa que no muere, esa que por más filtros que se le apliquen siempre brilla con luz propia mostrando con orgullo lo que es en realidad.
La palabra es la fuerza, el arte, la cultura, el conocimiento, sin destruirlos ni negarlos hay que encontrar el equilibrio con la imagen, el entretenimiento y lo que está de moda. Es tiempo de evaluar si el camino que hemos recorrido en realidad nos ha conducido a la libertad o si por el contrario nos ha convertido en prisioneros de las ideas de otros, de los oprimidos que hoy se convierten en opresores sedientos de venganza y con el hambre atrasada.
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